Movimientos en forma de L
–¿Te gustaría estar en su lugar, verdad?, pregunta él, señalando la foto con la mirada.
Han pedido comida y antes de que él encontrara su billetera, ella ya había pagado al delivery, con una generosa propina además.
–Ey, ¡te me adelantaste!, se rio él. Todavía no se acostumbra. Se siente desconcertado cada vez que ella se desplaza hacia adelante y hacia un costado, como los caballos de ajedrez.
Como sea, él es el hombre y el que propuso el pedido, así que le corresponde invitar. Dice: "Ya te doy la plata" o alguna frase igualmente desagradable, y abre la billetera en la que brilla como un insulto, como un desafío, la foto de su esposa. Es el barómetro con el que el hombre mide la presión en sus relaciones. Cuando ellas comienzan a mostrarse incómodas o irritadas ante el recordatorio del lugar que ocupan en su vida, él sabe que ha llegado el momento de dejarlas.
Lleva largos, largos meses esperando en vano la reacción fatal. Pero ella nunca hará lo que él espera. Al hombre le angustia que la relación pueda extenderse demasiado y sea él, finalmente, quien se involucre, y no se da cuenta mientras piensa en su miedo de que ya se ha extendido demasiado y ya está involucrado y si viera en ella esa mirada maldita y salvadora no es seguro que la abandonaría como ha hecho con todas las que la precedieron. Y que, aunque ella lo enoje, lo maree y decida de la manera más caprichosa alentarle o combatirle los vicios, lo cierto es que no ha mirado a ninguna otra mujer en mucho tiempo. Es por eso que se insulta más de lo que la insulta a ella cuando señala con la mirada la foto de su esposa preguntando:
–Te gustaría estar en su lugar, ¿verdad?
Entonces ella nuevamente toma el desvío a izquierda, salta otra vez por encima de la cabeza del hombre, se mueve en forma de L hacia afuera de toda esa moral burguesa tan ingenua y le responde, con una certeza mafiosa:
–¿Por qué querría eso? Mi lugar es mejor. A mí sí me está permitido ser tu ruina.
Update: Los invito a pasar también por http://itnt.blogspot.com
Han pedido comida y antes de que él encontrara su billetera, ella ya había pagado al delivery, con una generosa propina además.
–Ey, ¡te me adelantaste!, se rio él. Todavía no se acostumbra. Se siente desconcertado cada vez que ella se desplaza hacia adelante y hacia un costado, como los caballos de ajedrez.
Como sea, él es el hombre y el que propuso el pedido, así que le corresponde invitar. Dice: "Ya te doy la plata" o alguna frase igualmente desagradable, y abre la billetera en la que brilla como un insulto, como un desafío, la foto de su esposa. Es el barómetro con el que el hombre mide la presión en sus relaciones. Cuando ellas comienzan a mostrarse incómodas o irritadas ante el recordatorio del lugar que ocupan en su vida, él sabe que ha llegado el momento de dejarlas.
Lleva largos, largos meses esperando en vano la reacción fatal. Pero ella nunca hará lo que él espera. Al hombre le angustia que la relación pueda extenderse demasiado y sea él, finalmente, quien se involucre, y no se da cuenta mientras piensa en su miedo de que ya se ha extendido demasiado y ya está involucrado y si viera en ella esa mirada maldita y salvadora no es seguro que la abandonaría como ha hecho con todas las que la precedieron. Y que, aunque ella lo enoje, lo maree y decida de la manera más caprichosa alentarle o combatirle los vicios, lo cierto es que no ha mirado a ninguna otra mujer en mucho tiempo. Es por eso que se insulta más de lo que la insulta a ella cuando señala con la mirada la foto de su esposa preguntando:
–Te gustaría estar en su lugar, ¿verdad?
Entonces ella nuevamente toma el desvío a izquierda, salta otra vez por encima de la cabeza del hombre, se mueve en forma de L hacia afuera de toda esa moral burguesa tan ingenua y le responde, con una certeza mafiosa:
–¿Por qué querría eso? Mi lugar es mejor. A mí sí me está permitido ser tu ruina.
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Comentarios
Besos.
Ah! fijate que hay un error ahí donde dice "...ya se ha extendido demasiado y y ya está involucrado..."
slds!
Mr.Net
Aunque no me cabe la idea del amante, digo, es que no me cabe. A lo sumo un harém, pero todo legalizado. Y con la libreta sanitaria al día.
Mr. Net: ya habrá oportunidad.
Cualquier b.(me da no sé qué llamarlo "boludo" abiertamente): La moral burguesa está llena de trampas, y caemos en todas ellas.
Mantis: Gracias, gracias, otra vez. Las opiniones de los personajes no necesariamente son compartidas por la autora, quien básicamente se limita a procurarles problemas e infelicidad. Y sexo.
No se como decirlo con otras palabras, "movimientos en forma de L" en estos casos, es una sensación en el cuerpo.
Saludos y gracias por pasar
(Javier Villafañe, los ancianos y las apuestas).
(me vine hasta acá a decírtelo porque se me ocurrió más tarde...)
saludos
Gus_: Para tanto, che? Gracias.